martes, 17 de febrero de 2015

18F: Ni con la alegría ni con el silencio

Una opinión superadora ante la falsa dicotomía.


Ni con la alegria...

El Gobierno que encubrió la causa AMIA, que acusa a Nisman de ser un "cipayo de EEUU" a pesar de haberlo mantenido en su cargo durante más de una década, que utilizó a los servicios de inteligencia incluyendo al diablo actual Stiuso. El Gobierno de Berni, de Milani, del Proyecto X, de la inversión desmedida en inteligencia militar, de Américo Balbuena, del espionaje desde la base Almirante Zar, de Julio López, del sistema Sibios, del microchip en los pasaportes, de la ley Larroque, de la ley antiterrorista, de los carpetazos contra opositores. El Gobierno de Righi, de Gils Carbó, de Casanello, de Oyarbide, de Justicia Legítima, de los fiscales y jueces sumisos. Ese gobierno tiene el tupé de acusar a otros de trabajar para los servicios y de querer impunidad.
Es inaudito. Así como es inaudito verlos querer dirigir la investigación de la muerte del fiscal según su conveniencia, llevándolo para el lado del suicidio o del homicidio, y es inaudito verlos querer tapar las irresponsabilidad de sus voceros o de sus agentes de seguridad.
Es inaudito también verlos agitar el fantasma del golpismo. Típica actitud del gobierno negador de la realidad que no reconoce sus errores y ve en todo opositor a un fantasma.
El mensaje oficial que ve en esto una marcha desestabilizadora es un autoengaño y una obstinación por no reconocer el monstruo que crearon. Y es el miedo por la denuncia de Nisman, temen que la denuncia se agrande.
Se puede observar también un mensaje dirigido a la propia militancia, llamándola a radicalizar su punto de vista. La Presidenta deja de ser la "Presidenta de los 40 millones de argentinos" y no llama a la concordia ni trata de calmar las aguas.


...Ni con el silencio

Miles (millones) de personas en toda la Argentina piden justicia por esta muerte. Y hacen bien en señalar como responsable a este gobierno que, directa o indirectamente, tiene las manos manchadas con sangre. Sin embargo no hay que quedarse corto. Hay que ver más allá.
Desde hace algunos años vinieron los roces del Gobierno con el Poder Judicial. Por Boudou, la ley de medios contra Clarín, el intento de "democratización", las causas por el lavado de dinero y las apariciones de Campagnoli y Bonadío, y muchas otras cosas.
La trágica muerte de Nisman echó más leña al fuego. Esta guerra de carpetazos y causas se viene acrecentando. Y se irá acrecentando. Los jueces y fiscales opositores ahora hacen su trabajo, pero no por vocación de justicia, sino para cuidar su espacio y que no sea coptado por esos jueces y fiscales amigos del poder.
Son estos funcionarios judiciales los que durante años contribuyeron para la impunidad y trabajaron para los poderes de turno. Eso representan fiscales como Germán Moldes, quien supo ser funcionario del Ministerio del Interior de Manzano; como Raúl Plee, que fue quien cajoneó la causa por los crímenes de La Tablada; como Carlos Stornelli, con una pésima gestión en el área de Seguridad en la Provincia de Buenos Aires y con amistades con barras bravas; como Ricardo Sáenz, quien sostenía aún en el 2003 que las leyes de Obediencia Debida y Punto Final era constitucionales. Cabe recordar que dos de estos fiscales, Moldes y Plee, tuvieron la causa AMIA y contribuyeron a la enorme red de encubrimiento de todos estos años. Tampoco es ninguna garantía la convocatoria de Julio Piumato, hoy devenido en opositor pero durante años un férreo defensor del gobierno kirchnerista.
Estamos frente a una guerra intrapoderes. Una guerra palaciega entre dos de los poderes. De un lado el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Ministerio Público. Del otro el Poder Judicial, pero con el apoyo de toda la oposición. Una oposición que tampoco puede decir mucho, al contar con gente como Macri (procesado por escuchas ilegales y defensor del Fino Palacios), Massa (quien tiene como jefe de campaña a Juanjo Álvarez, empleado de la SIDE durante la dictadura y responsable como Secretario de Seguridad de Duhalde de la Masacre de Avellaneda) o los radicales (que durante su última gestión presidencial utilizaron a los servicios de inteligencia para las coimas en el Senado).
La marcha es una manifestación más de esta guerra estatal. Un gobierno en decadencia enfrenta una manifestación de un poder en contra y los candidatos a sucederlo. Y todo se hace mediante carpetazos (reales o no) y expresiones que traducen un estado de podredumbre grave en las instituciones.
La muerte del fiscal no le importa a nadie. Ni a la oposición ni al oficialismo, que usan esa muerte para llevar agua para su molino y hacer propaganda.
Las únicas personas que se sienten conmovidas son los familiares de Nisman. Y por supuesto millones de argentinos que piden justicia y se sienten impactados por esta muerte. Respeto obviamente el sentir de todas estas personas. Su causa es justa y la comparto.
Pero no puedo compartir una marcha convocada por los delincuentes de siempre que no buscan justicia, sino venderse al mejor postor. Y por eso fue que apoyé enérgicamente las marchas del 19 de enero a la noche. Esta marcha no la apoyo. La respeto y comparto sus intenciones. Pero no es la clase de manifestaciones que sirven para esta causa.


Para terminar las consignas que no pueden quedar de lado:
_Esclarecimiento de los atentados de la Embajada de Israel y la AMIA
_Juicio y cárcel para los encubridores.
_Apertura de todos los archivos de la SIDE.
_Que se investigue la causa del fiscal Nisman
_Que se esclarezca su muerte
_Basta de Milani, Berni y los servicios de inteligencia (los de todos los bandos)
_Basta de mecanismos de vigilancia y de leyes antiterroristas.

Y por sobre todas las cosas: JUSTICIA Y REPÚBLICA

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